Y sucedió...

Podías llegar a imaginarlo, nunca a creerlo. Esa misma noche lo habías soñado, como tantas otras veces, en realidad no eran sueños, eran imágenes en flash que no podías acabar porque te aterrorizaba saber cómo acababan.

Y ese día llegó. Lunes 13, mismo día en que naciste, pero 13 de abril, lunes de Pascua.

Despertar con un tremendo ruído. Bajar pensando que tu abuela había tirado algo y debía ser muy grande por el ruído.

Ver fuego, un incendio. El pánico se apodera de ti. No ves a tu abuela. De repente aparece, tu hermano baja. Tiran cubos de agua aunque piensas que de poco servirá. Cortas la luz antes y llamas a los bomberos. El teléfono fijo no funciona, llamas del móvil, sales a la calle. Quieres que los demás salgan, les pides que salgan. Cuando ven que el humo es demasiado dejan de tirar agua y deciden salir aunque te da miedo que vuelvan a entrar. A veces los ves muy cerca del peligro, piensas que se la juegan mucho y por nada. Podría explotar algo.

Los bomberos llegan en media hora. Si el fuego se expandiera sabes que se expandiría todo. En ese momento no piensas que no tienes seguro, no piensas nada, sólo esperas que no se expanda, que se acabe ya, que se apague el fuego. Los bomberos llegan y después de no sé cuánto tiempo... El tiempo pasa muy lento pero no lo cuentas, no sigues una secuencia temporal, en realidad es como si no lo estuvieras viviendo. Se apaga el incendio: las pérdidas son de lavadora, congeladores, bastante cantidad de comida, carne, ollas, sartenes, freidoras, etc etc. Mucho. Paredes de varias habitaciones negras, techos negros... Al menos no llegó a la parte de la casa más habitable: a la cocina, cuartos, etc. Sabes que si llegara se expandiría rapidísima mente: los suelos son de madera. Podía haber sido peor, incluso podría haber pillado a alguien por medio.

Me costó llegar a esta parte de la historia... supongo que cuesta revivirlo, tanto que no puedes seguir la historia. Tampoco hay mucho más que contar.